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La solidaridad femenina, clave en procesos de mediación

8 Marzo - 2021


Maria Munné

Maria Munné
Directora del Máster en Mediación Profesional

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Las estrategias mediadoras que han desarrollado las mujeres en la esfera privada durante años son esenciales para esta profesión

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El primer modelo de mediación, conocido como mediación tradicional lineal, heredero de la negociación por intereses de la escuela de negocios de Harvard, hace tiempo que está cuestionado por responder a una forma de encarar la resolución de conflictos masculina, occidental y de un nivel de cultura demasiado elevado, destinado solamente a personas que conocen sus intereses y se saben defender.

Cuando expongo las críticas en este modelo a mis estudiantes y quiero que entiendan fácilmente el por qué de esta crítica, lo ejemplifico con nuestras abuelas –ahora ya, a menudo, nuestras bisabuelas. Explico que estas señoras, que cuando servían la comida a la mesa prácticamente nunca se sentaban en ella, que repartían la comida para todo el mundo y, finalmente, si sobraba un poco, se servían la ración más pequeña y fea, difícilmente podían sentarse en una mesa de mediación y negociar por sus intereses. El eterno estereotipo femenino y maternal en el que habían sido educadas no les permitía expresar ni defender sus propios deseos: únicamente se les autorizaba tener deseos familiares y de grupo consanguíneo con toda la fuerza.

El factor emocional en la mediación

Recuerdo cuando, en mis primeras mediaciones, el supervisor masculino me advertía de no sensibilizarme ante el llanto, menospreciando su contenido y expresión. Pero en muchas mediaciones familiares y organizacionales vi como, cuando la mujer estaba obligada a hablar al mismo nivel de comunicación que el hombre a partir de indicaciones de igualdad y de equidad del conductor, la mediación llegaba a un punto muerto, encallado.

Generalmente, cuando la mujer podía mostrar su impotencia y su sensibilidad, podía empezar a llorar y era entonces cuando se rebajaba la tensión y la relación resucitaba, fluyendo de una forma distinta y mejor.

Generalmente, cuando se muestran los sentimientos y se puede empezar a llorar, la tensión se rebaja y la relación resucita, fluyendo mejor

Esta observación en mis inicios como mediadora, hace ya más de 20 años, me hizo pensar que esta expresión de los sentimientos y de sensibilidad a través del llanto no se podía separar y dejar fuera del proceso tal como se me pedía, ya que tenía efectos favorecedores en relación entre las partes y, consecuentemente, en la toma de decisiones. No esconderé que, interiormente, me contrariaba que pareciese que la mujer utilizaba su llanto como estrategia –que el supervisor llamaba manipulación.

En una mediación ante una señora muy fuerte, profesional, casada tres veces y que negociaba las condiciones económicas con su futuro tercer exmarido, vi como, cuando lloró, él la abrazó y como, a partir de aquí, pudieron acordar un reparto económico saludable para los dos.

En la mesa de mediación empecé a dejarme sentir, como persona y también como mujer, y comprendí que no eran estrategias manipuladoras. Me cuestioné que los conocimientos recibidos también estaban impregnados del pensamiento masculino dominante y que, de hecho, no había derecho a considerar "manipulación" el llanto en una mediación. De hecho, llorar era pertinente. Aportaba a la mediación la expresión genuina del "aquí y ahora" emocional, de la tristeza del momento. Si en el contenido manifiesto no se entendían, en la emocionalidad sí, y desde aquí podían empezar a encontrar el punto de confianza necesario para encarar una salida al conflicto.

Las estrategias femeninas de la negociación tienen unas características que responden al lugar silenciado, donde han tenido que operar siempre las mujeres

Las estrategias femeninas de la negociación tienen unas características que responden al lugar silenciado, el espacio donde han tenido que operar siempre las mujeres. Son estrategias que puede desarrollar cualquier ser humano, pero por las cuales las mujeres hemos estado entrenadas de generación en generación aunque, en parte, hayamos querido luchar contra ello para asimilarnos al hombre esperando ser más reconocidas en un mundo patriarcal.

La moral grupal femenina, frente a los intereses individuales

El modelo de mediación transformativa hace emerger estas estrategias. Aunque principalmente está liderado por hombres, se fundamenta en la idea de que los seres humanos no solo buscan satisfacer sus necesidades individuales, sino que también tienen un deseo de conexión, una visión racional de la humanidad.

Tal como expresa Carol Gilligan, representante de la psicología social feminista, en su artículo Mapping the moral domain: New images of self in relationship (1989) uno de las corrientes teóricas que inspiran el modelo de mediación transformativa tiene el mismo significado que la satisfacción de las necesidades o intereses personales, pero desde una mirada esencialmente de mujer. Según la autora, la moral femenina va dirigida al cuidado del grupo frente a los intereses individuales de la moral masculina. Hoy el pensamiento capitalista dominante no tiene ninguna consecuencia grupal, sino que es de un individuo feroz e insolidario que no respeta la citada moral femenina.

Según Gilligan, la moral femenina va dirigida al cuidado del grupo frente a los intereses individuales de la moral masculina

En este sentido, querría citar la crítica de la discriminación social a las mujeres realizada por el filósofo islámico cordobés Averroes en el siglo XII. El filósofo, en la exposición del comentario de la República de Platón, denuncia la discriminación social a las mujeres, afirmando que la naturaleza humana es común en hombres y mujeres. Comenta, también, que las mujeres deben compartir con los hombres todos los deberes ciudadanos y remarca que el alejamiento de las mujeres de la actividad económica y de la vida social sería una de las causas de la pobreza de un pueblo.

Siglos después podemos constatar como esta parte de conocimiento ha quedado oculta y negligida. Por lo que respecta a la resolución dialogada de conflictos, la mujer ha guardado sus recursos en su universo femenino, sin manifestaciones en la vida pública. A pesar de las formas de destructividad femenina, es evidente que las manifestaciones de violencia social son una muestra de expresión masculina de las que las mujeres son principalmente víctimas.

La solidaridad femenina, herramienta de convivencia social

Las mujeres –condicionadas por su fisiología en un mundo regulado alrededor de la menstruación y de la fecundidad–, contrariamente a la creencia masculina de rivalidad femenina, se han ayudado y solidarizado formando grupos de mujeres.

Todavía tengo recuerdo del mío cuando, al volver de la escuela, cada tarde nos reuníamos en el patio de los abuelos con la abuela, mi madre, las tías y las primas. Las pequeñas jugando, haciendo deberes con la abuela o ganchillo con las más grandes, que ya sabían hacer media. Cosíamos, hablábamos, compartíamos temores, secretos, rumores, conocimientos... y reíamos, comíamos, planeábamos y decidíamos.

Estos grupos donde se debatía y compartía la vida de una comunidad con una mirada femenina no distaban mucho de los grupos nativos de las comunidades indígenas a los que actualmente hacemos referencia en el Máster en Mediación Profesional para trabajar círculos restaurativos, aprovechando su enseñanza.

Las mujeres, contrariamente a la creencia masculina de rivalidad femenina, se han ayudado y solidarizado formando grupos de mujeres donde se debatía y compartía la vida con una mirada comunitaria

Las estrategias mediadoras que, a lo largo del tiempo, en el espacio privado, han desarrollado las mujeres son especiales para esta profesión. El rol de la persona mediadora, la imparcialidad, la escucha, la creación de confianza y la integración grupal, tienen un componente manifiestamente femenino.

El mismo concepto de intuición, tan necesario para guiar un proceso de mediación –que según el padre de la mediación en Francia, Jean Pierre Bonafé-Schmitt, es fruto de la observación– quien lo puede ejercitar mejor es la persona que calla más en las reuniones, la que está más rato en un mismo sitio, la que no necesita ser el centro de atención, la que no tiene miedo a dejarse sentir y guiarse por este sentimiento, la más fuerte emocionalmente, cautelosa y prudente. Aspectos que, en este reparto funcional y psicosocial de nuestra cultura, nos hemos quedado las mujeres.

Apropiarnos de todos los conocimientos, habilidades y recursos de nuestras antepasadas para poder tener una mejor convivencia es un reto y una oportunidad para la formación de las mediadoras y los mediadores. En la historia oculta de las mujeres hay aportaciones para el cuidado grupal necesarias para la construcción de la paz.

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