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El libro y la pandemia: un balance provisional

19 Abril - 2021
Libros en Sant Jordi

Jorge Carrión
Senior Lecturer BSM y director del Máster en Creación Literaria
Escritor

 

El Día del Libro de 2020 fue extraño, improbable, histórico y –para la mayoría de los lectores– inexistente. Fue un 23 de abril con pocas rosas y pocos libros, porque estábamos en cuarentena y con severas restricciones de acción y movimiento. En aquellos momentos todos los profesionales del libro y la literatura temíamos que la previsible crisis económica afectara grave, irreparablemente al sector. Un año más tarde, en cambio, no solo vamos a poder pasear por las calles, comprar libros, conseguir algunas dedicatorias de nuestros escritores favoritos siempre y cuando respetemos las normas sanitarias; no solo vamos a celebrar la Diada de Sant Jordi, también vamos a celebrar otras buenas noticias que tienen que ver con la cultura en general y con la industria del libro en particular. Afectan a cuatro dimensiones: la lectura, la digitalización, Amazon y las librerías, y la hibridación. 

Aumento de los índices de lectura

Durante las semanas de confinamiento, aumentó tanto el consumo digital como la compra y lectura de libros. Mientras se disparaban las subscripciones de Netflix o Filmin y aprendimos a utilizar Zoom o Google Teams, la ausencia de vida social fuera del hogar, de viajes y de consumo cultural de espectáculos presenciales provocó que también subiera el refugio en las experiencias lectoras. El teletrabajo, que nos satura las retinas de pantalla, también contribuyó al auge del podcast o del audiolibro –que nos llegan por otra vía– y la búsqueda de vivencias de desconexión de que fueran intelectual y anímicamente enriquecedoras. 

Junto con la cocina o la jardinería, aumentó por esa razón también el tiempo consagrado a la lectura. Eso se tradujo en un apoyo masivo a las librerías en cuanto fue posible visitarlas. Y la creación de nuevos hábitos de compra, préstamo y conversación alrededor de todos los géneros literarios y textuales. 

Digitalización del sector editorial

Justo antes de este nuevo, extraño y renovado Sant Jordi ha desembarcado en España Bookshop.org, que nació durante la pandemia en el contexto anglosajón. Se trata de una plataforma que hace visibles las librerías independientes (mediante un mapa), anima su naturaleza prescriptora (invitándolas a generar listas de recomendaciones) y les concede un porcentaje del 25% de cualquier libro que alguien compre gracias a una de ellas. También se ha reforzado durante el último año Todostuslibros.com. Y muchas librerías han intensificado la venta directa a través de su página web y su actividad en redes sociales. O incluso han descubierto la necesidad de tenerlas. El mismo fenómeno ha afectado a las bibliotecas, las editoriales, las universidades o los centros culturales. Todos han apostado por su dimensión digital. Esperemos que esa nueva conciencia conduzca a propuestas tecnológicas que, en vez de reaccionar ante los acontecimientos, como ha ocurrido en esta ocasión, se adelanten a ellos. Una cultura que utilice el Big Data, los sensores, el Internet de las Cosas o las interfaces de la inmersión, antes de que ya sea inevitable hacerlo. 

Amazon y las librerías

El crecimiento exponencial de Amazon no solo ha sido económico, informático y abstracto: en España hemos visto cómo nuestras calles pasaban de ser recorridas por camionetas anónimas de repartidores autónomos a mostrar la nueva flota con el logo de la compañía. Pero si durante la cuarentena la imagen de Amazon pudo ser mayoritariamente positiva, porque sus clientes privilegiaron el acceso a bienes y soslayaron el riesgo que corrían sus trabajadores; en los meses posteriores no han hecho más que multiplicarse las llamadas de atención y los casos de imagen negativa. Desde la noticia sobre la presión a sus conductores, que carecen de tiempo para ir al lavabo, hasta las que denunciaban cómo la empresa boicoteaba el legítimo derecho de sus trabajadores a organizarse en sindicatos, pasando por reclamos de los países para que la empresa pague impuestos locales y no en paraísos fiscales, con un argumento de peso: utiliza los aeropuertos o las autopistas que pagan los ciudadanos y las empresas de ese país.

Todo ese ruido tal vez sea menos importante, en la conciencia de los compradores, a la hora de adquirir en la multinacional artículos de ferretería o de aseo que libros. Al fin y al cabo, los lectores sistemáticos son personas informadas y, en teoría, más conscientes de su relación con el mercado, económico y simbólico, que articula la realidad. Tal vez por eso hayan abierto tantas librerías durante la pandemia, particularmente en Barcelona. La última ha sido la impresionante y cosmopolita Finestres, que fue inaugurada la semana pasada. 

Hibridación

De estas líneas se concluye que en los próximos años es muy probable que primen la convivencia y la hibridación. Lo clásico y lo viral, el libro y el audiolibro o el libro electrónico, lo presencial y lo digital, las artes en vivo y las plataformas, lo online y lo offline. Su símbolo son los nuevos quioscos GoodNews. No solo combinan los diarios y las revistas con el café y los productos gourmet. También trabajan con código QR. Lo más antiguo –el papel y la cafeína– y lo más nuevo. Realmente sintomático. 

 

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