Maria Munné
Pere Notó
Codirectores del Máster en Mediación Profesional
No tenemos ninguna tradición de mediación política en Catalunya. La cultura del pacto y de la coalición nos es extraña. Aunque hemos tenido varios gobiernos de la Generalitat que han sido coaliciones, las dificultades para el entendimiento de los partidos políticos son evidentes.
Después de las elecciones de este 14 de febrero, en un escenario tan repartido como el que ha quedado, se abre un espacio para las negociaciones políticas con el objetivo de constituir un nuevo gobierno que permita el ejercicio de la gobernanza.
La actual legislatura necesita un diálogo abierto y bien estructurado para lograr un gobierno sólido ante una situación económica catastrófica durante y después de la pandemia. Este momento no debería estar regido por el uso de la negociación de suma cero ni la negociación o la disociación reales de los conflictos existentes. No se deben aislar las emociones que corresponden al conflicto, ni racionalizar la aceptación simplista de los términos de la negociación.
Como nos dirá el padre de la Educación por la Paz, Johan Galtung, en la resolución del conflicto entre las partes confrontadas que deben llegar a objetivos comunes, el elemento clave es saber gestionar la contradicción. Actualmente, el panorama político postelectoral no puede ser, por suerte, más complejo y contradictorio.
La abstención nos debe hacer reflexionar. Podemos explicarla por la pandemia, pero tanto esta como su gestión no se pueden aislar de otros factores que, posiblemente, hayan aflorado ahora con más fuerza y que se deben escuchar. La abstención y la participación hablan también de otros factores donde destacan los sentimientos, que no deben impedir una negociación efectiva, sino que se deben integrar como una fuerza más para la resolución de los conflictos. Aquí podría tener un papel muy significativo la mediación política.
Las elecciones catalanas se han ejercido en una situación de mucho miedo a raíz de un conflicto personal y grupal que se ha vivido con la contradicción interna de la ciudadanía votando y no votando. Ir o no ir a votar ha generado, más que nunca, una contradicción, por una parte, con las acciones previas que se han ido haciendo sacrificadamente para evitar contagios y, por otra, con la responsabilidad y la exigencia de la participación democrática para facilitar la gobernanza de la población. Todo ello, en un contexto donde las prescripciones y restricciones relacionales son muy elevadas y exigentes dada la situación catastrófica a los cuales, tristemente, nos ha acostumbrado la pandemia.
El resultado electoral, desde la mediación, no puede ser más alentador. El partido ganador, son tres y, a su vez, la población que ha votado mayoritariamente es pro izquierda o independencia. Los criterios de realidad necesarios en todo proceso de diálogo para iniciar pactos empiezan en Catalunya a estar presentes a partir de la comunicación de los resultados que nos dan las urnas: la ciudadanía quiere políticas sociales. La gente que votó tiene sensibilidad por la pobreza, la naturaleza y el cambio climático, así como por las diferencias existentes entre los seres humanos.
Mayoritariamente, la población que ha votado lo ha hecho integrando inteligencia, sentimiento y razón. El pensamiento democrático, de hecho, descansa sobre la afirmación de que el resultado electoral de un colectivo, de una comunidad política, es más acertado que el de un individuo, por sabio que este sea.
El padre de la psicología social, Kurt Lewin, nos habla de la personalidad de grupo y que llamaremos "cultura grupal". Entendemos que la suma de la personalidad de los individuos no es igual a la personalidad de grupo, sino que tiene una personalidad propia nueva y emergente. En este contexto social, haciendo un paralelismo, podemos decir que la población en su conjunto está bien posicionada: ha manifestado su desconcierto o descontento no yendo a votar y también ha votado de forma mayoritaria con un 53% del censo, votos suficientes para poder constituir un nuevo gobierno. Ahora falta que los escogidos sepan utilizar toda esta información que se les ha dado. Es en este momento que debería tener un papel relevante la mediación y, particularmente, la mediación política.
La mirada mediadora tiene una actitud de trabajo con el conjunto de los actores, no diferenciando partes, sino considerando objetivos de futuro comunes siempre favorables a la pacificación, el entendimiento y el diálogo. El pueblo ha abierto el camino, ahora son los y las dirigentes electos los que se deben poner a trabajar y a buscar procesos para lograr acuerdos de gobierno.
La cultura de la mediación supera la negociación. Permite hacer la lectura del momento y de sus necesidades desde una visión transversal y de conjunto, de arriba a abajo y de abajo a arriba, saliendo de la dicotomía y la disociación, de lo que periodísticamente se llama "lógica de bloques". La mediación con el establecimiento de la confianza entre las partes, aspecto indispensable para transformar situaciones, camina hacia consensos perdurables, ayuda a romper este pensamiento escindido de unos enfrente a los otros para avanzar y romper con el bloqueo.
Querríamos, ahora y aquí, desarrollar un poco más las características primordiales de la metodología de la mediación política y fijar la atención sobre dos aspectos que parece que impiden aparentemente el acercamiento entre las partes, el reconocimiento y los intereses opuestos. La mediación empieza sin la necesidad de reconocimiento entre las partes, con intereses opuestos y, a partir de aquí, trabaja la construcción conjunta entre los implicados de una agenda que recoge los intereses de todo el mundo. Esta agenda es el primer acuerdo, la aceptación de los términos a hablar, pero no el acuerdo sobre los mismos, sino un elemento de reconocimiento y validación del otro.
La mediación en el panorama actual ofrece una mirada y un método que da sentido al resultado electoral, propone entendimientos frente a victorias y derrotas y puede trabajar para la mejora conjunta en un escenario real de conflicto social, económico y laboral muy grave. A esta mediación la llamamos mediación política.